10 de diciembre de 2008

"Ese agua"... ahijuna, porqué insisten?

Desde hace varios años, en la Argentina, se oyen, se leen (se padecen) con demasiada frecuencia frases como "ese agua".
Primero herido en las fibras más íntimas de mi sensibilidad lingüística (que no es poca) y después interesado en los porqués y los cuándos de semejante atropello al idioma, decidí comenzar a interrogar a estos (mal)hispanohablantes. De esas inquisiciones surgió en mí la certeza de que esos cómos y esos porqués tienen que ver con el abandono de aquella vieja escuela primaria sarmientina, enciclopedista y pelotuda que lo único que producía era gente que hablaba y escribía bien, vea qué cosa tan inútil. Tan inútil como tener una idea general del mundo, de la cultura, de la historia y hasta de la historia del pensamiento. Esa escuela depravada fue abandonada en beneficio de la de hoy, que produce excelentes televidentes.
Yo, que soy un depravado intelectual y cultural, vengo, lo confieso, de aquella vieja escuela. Y, algo mucho peor aún, tengo buena memoria. Eso me permite recordar vívidamente las clases de la señorita Elsa. Aún cuando sus piernas me distraían bastante, recuerdo nítidamente aquella mañana en la que ella, desplazándose entre los pupitres por medio de aquellas piernas legendarias, nos enseñó lo que sigue:
El agua, aunque yo acabe de escribirla precedida del artículo definido masculino "el", es una palabra femenina. Para estar seguros de eso es suficiente que tengamos en cuenta el género de los adjetivos que pueden acompañarla:
Fría, limpia, clara, etc.
A nadie se le ocurriría decir o escribir, por ejemplo, "Agua frío" simplemente porque el adjetivo debe coincidir en género y en número con el sustantivo.
¿Porqué, entonces, escribimos y decimos (correctamente) "el agua"? Simple: para evitar la cacofonía que se produciría si dijésemos "la agua" (lo mismo debe ser tenido en cuenta respecto de las palabras hacha, águila, ave y algunas más). Una cuestión de eufonía, simplemente.
Pero esta regla se limita a los artículos "la" y "una" y no es extensible a los adjetivos demostrativos "este", "ese" y "aquel". Así, no decimos "aquel agua" sino "aquella agua" y tampoco "ese agua" (brrr... hace mal a los dientes) sino "esa agua" (o hacha, alma, ave, águila, etc.).